POBREZA
Brasil no es un país pobre,
pero sí un país con muchos pobres: casi el 30 % de la población sufre
necesidades en Brasil.
La pobreza castiga más a los jóvenes y niños en este lugar por esta razón hay alrededor de 20000 de ellos, que para sobrevivir realizan actividades ilegales como tráfico de drogas, robos, homicidios por encargo, además de la prostitución infantil que afecta a las niñas.
La pobreza en Brasil si discrimina, la gran mayoría de los
pobres son de raza negra y de origen aborigen rural, son casi el 64%.
Como consecuencia de esta
difícil realidad social, el gobierno construye muros para evitar que las
favelas sigan expandiendose hacia las ciudades. Esta no es la solución, porque
si siguen creciendo estas poblaciones es porque sigue aumentando la cantidad de
pobres.
Llevan décadas
produciéndose y agravándose estos problemas sociales y se han vueltos tan
complejos que no es posible solucionarlos a corto plazo, pero es fundamental
empezar ha trabajar hoy para prevenir y alejar a los niños del gran estado de
pobreza, ofrecerles oportunidades para un futuro mejor alejados de la
marginalidad y de la ilegalidad.
Uno de cada cuatro brasileños – 45,8 millones de personas- es pobre y debe recibir ayuda del gobierno para ahuyentar el hambre. La mayor pobreza se sitúa en áreas suburbanas y en la región nordeste donde el cuarenta por ciento de las familias brasileñas es pobre.
DELINCUENCIA
La delincuencia e inseguridad amenaza
convertirse en el punto débil de un Brasil que intenta consolidar un nuevo
status en el orden internacional Una importante deuda social unida a cifras
delictivos en expansión complican el desarrollo económico del gigante
sudamericano.
El cuadro de inseguridad se potencia por la creciente actividad de grupos
criminales que desafían el monopolio de la violencia por parte del Estado.
Organizaciones como el carioca Comando Vermelho o el paulista Primer Comando de
la Capital combaten con armas pesadas y explosivos a las fuerzas de aplicación
de la ley creando un clima de guerra interna.
Para complicar aún más el panorama de inseguridad florecen los escuadrones de
la muerte parapoliciales, las milicias privadas y los grupos de autodefensa,
contratados por grandes propietarios, que aplican una brutal limpieza social
asesinado a presuntos criminales, en la mayoría de los casos niños y
adolescentes provenientes de barrios marginales o agricultores informales.
En las cuatro décadas transcurridas
entre 1973 y 2013 murieron más de medio millón de brasileños por disparos de
armas de fuego. Esta alarmante estadística se explica en parte por el hecho de
que en Brasil existen aproximadamente diecisiete millones de armas de fuego. El
noventa por ciento de ellas se encuentra en posesión de usuarios civiles y
únicamente la décima parte de ellas pertenecen a miembros de los cuerpos de
aplicación de la ley. La mitad de estas son propiedad de usuarios no
autorizados, es decir, se trata de armas ilegales. Se estima que la
delincuencia en Brasil cuenta con un arsenal de unos cuatro millones de armas.